lunes, 29 de octubre de 2012

Otoño en Berlín

El olor a quemado de las palabras


Placa conmemorativa en Beblplatz de Berlín. Mjandrade

El mes de octubre significa un cambio en los hábitos que conforman mi vida diaria: la llegada del otoño significa frío, días cortos, más y buenas lecturas y largas conversaciones en algún sitio agradable que encierra el olor a madera de olivo en la chimenea.
La tercera estación también trae un viaje con el que comulgamos cada año una especie de pandilla que se reúne sólo para un único fin: viajar a Madrid.
Con lo que más disfruto de ese corto par de días, es caminar pausadamente por el Barrio de las Letras y disfrutar de las hermosas palabras, que relucen bajo nuestras pisadas, de los más insignes escritores de las letras españolas: Lorca, Miguel Hernández o Bécquer y detenernos a leer el poema que todos memorizamos con nuestro primer amor de juventud: “Qué es poesía, me preguntas mientras clavas tu pupila azul en mi pupila. Y tú me lo preguntas?...poesía eres tú.
Este año no ha sido posible. Me tenían preparada una sorpresa mayor: el otoño me ha llevado a Berlín
Llevaba años soñando y pensando en ese viaje. Leído libros y estudiado su historia, pero ha sido justo este año, cuando por fin se ha cumplido otro de mis sueños.
Bajar del avión y comenzar a recorrer una ciudad en plena ebullición, supuso un plus de emoción. Caminar por la hermosa avenida Unter den linde (Bajo los tilos) y admirar una ciudad y una sociedad que deberíamos tomar como ejemplo en los tiempos de crisis que asolan muchos países, en una Europa que se haya perdida y convulsa.
Berlín es bulliciosa, divertida y culta. Cuna de grandes poetas, de músicos, de filósofos y de escritores, pero también es una ciudad que no olvida su pasado; un pasado que encuentras en muchos de sus rincones. Un pasado imborrable que tuerce el gesto de sus habitantes cuando se lo mencionas.
Mis pasos me llevaron hacia BebelPlatz. Una plaza que se adivina tranquila; con la facultad de Derecho en uno de sus laterales y la Isla de los Museos al otro. BebelPlatz fue testigo mudo, la noche del 10 de mayo de 1933, de la quema de más cuarenta mil libros por parte de las juventudes hitlerianas y  supuso el punto de inflexión en una generación que vivió y colaboró con el nazismo.
No sólo ardieron libros de autores judíos, sino de otros muchos  que creían podrían ir contra un régimen que se pensaba perfecto.
El bullicio da paso al silencio de los que hasta allí nos acercamos, donde dos placas conmemorativas recuerdan lo que allí tuvo lugar durante una noche de locura, y que supuso el principio de uno de las capítulos más atroces cometidos por el hombre en la historia más reciente.
La autora israelí, Hannah Arent, afirma que “la maldad de las personas no surge de ellas, sino de sus circunstancias”, yo quiero pensar que esto fue así, porque no tendría otra explicación más que verse imbuidos por el contexto de lo que estaba teniendo lugar.
En un lateral hay una gran losa transparente, que deja ver las paredes de una biblioteca vacía. Una metáfora de la nada; de cómo quedaron muchas de ellas: huérfanas de palabras, de pensamientos, de historias…de memoria.
Muchas han sido las bibliotecas que han desaparecido en el transcurrir de los siglos, pastos de las llamas, como Pérgamo, Alejandría y, ahora, Tombuctú. Pero nada puede contra la palabra, ni siquiera el fuego destructor, porque los libros siempre renacerán, como ave fénix de sus cenizas y las viejas imprentas, ahora llamadas Internet, volverán a funcionar para hacernos llegar la tinta indeleble llena de sabiduría.
En la inscripción de la placa situada en el suelo de la plaza, se lee una cita que el autor, Heinrich Heine escribió en 1820: “Eso sólo fue un preludio, ahí en donde se queman los libros, se terminan quemando también las personas”. Su presagio se cumplió. Esa noche ardieron miles de libros, pero también desaparecieron más de seis millones de personas llevadas hacia la muerte por el odio incomprensible de otras…y “ahí en donde se queman los libros, se terminan quemando también las personas”.

Redacción: Mª José Andrade Alonso
Fotografía: Mª José Andrade Alonso

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