Cuando Eva la Yerbabuena era
Paco Jarana, Eva la Yerbabuena, José Sánchez Montes y Gervasio Iglesias. Mjandrade |
El Director y productor granadino, José Sánchez Montes, vuelve al Festival de Cine Europeo de Sevilla. Una vez más y como siempre, viene con las manos llenas para ofrecernos sensibilidad, perfección y calidad qué es, al fin y al cabo, lo que vemos en todos sus trabajos.
Sus documentales sobre Bola de Nieve, Morente sueña la Alhambra o Tiempo de Leyenda (Biografía de Camarón de la Isla), son algunas de las credenciales que presentan a este idealista, que todavía cree que la creación audiovisual tiene que ser un trabajo de artesano; hecho lentamente e impregnado de sutilidad y elegancia.
Una vez más hace nuestro sueño realidad y presenta, en esta edición, Cuando yo era, un potente documental sobre el espectáculo, del mismo nombre, de la bailaora, Eva Yerbabuena.
Acostumbrados a verla por alegrías, bulerías y palmas, en esta ocasión, Sánchez Montes presenta los entresijos del espectáculo y muestra a una mujer íntima, sincera y entregada a un ojo escrutador que revela cómo es: viva, profunda, apasionada y natural.
De la mano del director, que nos llevará a lugares a donde es difícil llegar: al corazón de una compañía; el espectador podrá vivir y sentir, a la par que los protagonistas, los sentimientos que se mezclan entre los protagonistas.
Estamos en el Teatro Sadler's Well de Londres. Allí se estrena el espectáculo de Eva. Todo son nervios, pero de pronto, la cámara que ya no es quien la persigue, sino nosotros, nos conducirá por entre las tumbas de un cementerio.
Estamos en el Teatro Sadler's Well de Londres. Allí se estrena el espectáculo de Eva. Todo son nervios, pero de pronto, la cámara que ya no es quien la persigue, sino nosotros, nos conducirá por entre las tumbas de un cementerio.
La voz en off de la Yerbabuena, nos hace partícipes de una conversación con su madre muerta. Un monólogo donde la protagonista le agradece las experiencias vividas, ya que éstas le han permitido "haber creado un espectáculo donde creo que he llegado a entenderte".
No hay mayor intimidad que el de una conversación con alguien que ha muerto. Alguien que ya no está. Mayor aún reconocer que un largo camino la ha devuelto a ella, a una madre que no puede escucharla, pero que allá donde esté, sabrá entender las palabras que le llegan a través del puente del amor que la une a ella más allá de la muerte.
Los acordes de la canción popular, Vamos a contar mentiras, que salen de la guitarra del Paco Jarana, el guitarrista del espectáculo, da entrada a las primeras indicaciones de Eva.
Viajamos en el tiempo, estamos en otro lugar; de nuevo Londres. Nada es extraño para el espectador porque ya forma parte de la vida de la bailaora. Y allí, en un escenario vacío, oscuro y profundo tres hombres se arrodillan para ser ajusticiados. Suenan tres detonaciones. La tragedia se pierde en el tiempo, en la memoria, en el corazón enmudecido por dolor.
Eva habla de cómo surge el espectáculo, de todo lo que lo va componiendo, de los símbolos que confoman el puzzle de vidas pasadas. El por qué de las grandes alas bajo las que baila Eva y que es el pájaro que alza el vuelo ante la mirada del hombre que está a punto de morir, y que es la vida que va a tener la hija a la que no verá más. Es la última morada de alguien que no pudo seguir con la vida. Una vida que moldea como el barro que toma entre sus manos de alfarera y que no es más ella. Ella es el barro, las manos, el paso del tiempo, nosotros.
Su cuerpo entero maneja el barro en la soledad absoluta. No hay nadie, sólo recuerdos que ella va a trasladar a un espectáculo muy personal; donde una mujer desnuda, abre su corazón lleno de tormento y soledad.
Y nos habla de su bisabuela Rosario, de cómo dejaba de comer y decía lo mucho que echaba de menos a su marido; el hombre que un día se llevaron y nunca más volvió.
A través del flamenco, de una malagueña, quiere contar como la historia nos maneja. Y allí, en el torno movido por alguien que nadie ve, Eva y el mundo son forjados y manipulados por manos desconocidas.
Nada está preparado en el documental. Sánchez Montes ha sabido captar como nadie, la verdad de una mujer. Nada está ensayado, pero sobre el escenario todo está más que elaborado, en un engranaje impecable. Pero la paradoja de esta mujer es que todo está estudiado para camuflar la tragedia de su vida: el tiovivo de una feria imaginaria que hace que la vida siga como si nada pasara. Llega la alegría de una vida disimulada por habaneras.
Vuelve la voz de Eva y recuerda como era esa mujer que llenó su infancia; la mujer cuya vida está representando: "cuando se peinaba, era más ella que cuando la peinaba otra persona...hay personas que se asustan cuando se miran a un espejo". No sabe la bailaora cuánta razón tiene. Ella se enfrentará a lo que tanto aterra al ser humano, cual Dorian Grey mirando el retrato que ocultaba tras un paño. a su propia fealdad, a sus demonios internos.
Momentos de su vida cotidiana. Salidas a la calle o de compras por Londres para adquirir objetos que serán utilizados en el espectáculo, y de nuevo reflexiones que reconocen la maldad del ser humano, la lucha por el poder. Un poder que es peor que el dinero y que transforma al ser humano en algo terrible.
Esos objetos aparecen en escena, en una lucha encarnizada entre dos gallos magistrales, que representa lo que Eva acaba de pensar en voz alta. Una batalla cómo si de hombres se trataran. Donde la animalidad del hombre y los instintos nos hacen encontrarnos con la verdadera esencia del ser humano.
Los miedos aparecen en forma de ronda. Monstruos y máscaras bestiales. "cuando tienes una edad, no puedes tener miedo, sólo el justo para ser capaz de afrontarlo": "una mujer fuerte que tenía que seguir, pero que de vez en cuando se derrumbaba y volvía atrás a recordar.
Un fandango sangriento rompe la oscuridad. La voz de la mujer retumba en el silencio: "hay mucha gente que no ha podido enterrar a sus muertos. Mucha gente que no sabe donde están sus muertos, que le arrancaron su vida de la noche a la mañana".
Una serrana cierra el espectáculo. Es el final. Un hombre canta con las manos atadas a su espalda. Indefenso. Espera la muerte. Es la soledad; el dolor que ella no entenderá hasta mucho tiempo después de la protección de los primeros años.
Un cante desgarrador y un baile lleno de angustia. Es la que mata a ese hombre, la que rompe el molde de su vida, la que acaba con las ataduras de un tiempo lejano, la que de alguna manera enterrará a sus muertos y a todos los muertos que nunca pudieron ser sepultados.
Eva es ella, es su madre, su abuela, su bisabuela. Eva es todo. Es el pesar que muchos llevamos dentro. La que mira de frente a sus demonios y se enfrenta al terrible desconsuelo de la ausencia injustificable. La que tiene la certeza de que tras esa angustia, está el vacío absoluto. La que será capaz de volver a empezar tras romper con las ataduras del ayer y exorcizar los fantasmas que la han acompañado durante toda su existencia.
Y José Sánchez Montes ha estado ahí para llevarnos de la mano hasta el epicentro de la pena. Hemos visto con sus ojos lo que se oculta tras el telón: el trabajo duro de una gran familia que se encuentra y desencuentra.
Un trabajo emotivo que nos acerca a la magia de las tablas y al mundo interior de todos los que componen la compañía de la gran bailaora, Eva la Yerbabuena. La que era, la que es, la que será.
Fuentes: Atico7, Eva Yerbabuena, Festival de Cine Europeo de Sevilla, Youtube.
Redacción: Mª José Andrade Alonso
Fotografía: Mª José Andrade Alonso
Fuentes: Atico7, Eva Yerbabuena, Festival de Cine Europeo de Sevilla, Youtube.
Redacción: Mª José Andrade Alonso
Fotografía: Mª José Andrade Alonso
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